domingo, 22 de septiembre de 2013

POESÍA. El personaje de Ulises

Mosaico romano

   Ulises es un personaje fundamental en la literatura universal; por ello, se convierte en tema recurrente en prosa y poesía.

POEMAS SOBRE ULISES

DIVINA COMEDIA. Dante Alighieri. Canto XXVI del “Infierno” (fragmento)

Habla Ulises, condenado.

El cuerno mayor de la llama antigua
comenzó a sacudirse murmurando,
a la manera de la que un viento fatiga;

y con la cresta aquí y allá meneando
como haría una lengua que hablara,
lanzó afuera la voz y dijo: “Cuando

me alejé de Circe, que me retuvo
más de un año preso en Gaeta,
antes que así Eneas la nombrara,

ni la dulzura del hijo, ni la piedad
del viejo padre, ni el debido amor
que debía a Penélope hacer dichosa,

vencer pudieron dentro de mí el ardor
que tuve de hacerme del mundo experto
y de los vicios humanos y de su valor;

antes, me lancé por el alto mar abierto
con sólo un barco y con aquellos compañeros
pocos, de los que no fui abandonado.

De costa en costa vi al final los límites de España,
hasta el Marruecos, y la isla de los Sardos,
y las otras que aquel mar en torno baña.

Yo y mis compañeros éramos viejos y tardos
cuando llegamos a aquella fosa estrecha
donde Hércules marcó sus dos resguardos

para que el hombre más allá no se meta;
a la derecha mano dejé Sevilla,
de la otra ya había dejado Ceuta.

“¡Oh hermanos”, dije, “que por cien mil
peligros habéis llegado a occidente,
de esta tan pequeña vigilia

de nuestro sentidos remanente
no queráis negaros la experiencia,
siguiendo al Sol, hacia el mundo sin gente.

Considerad vuestra simiente:
hechos no fuisteis para vivir como brutos,
sino para perseguir virtud y conocimiento”.

Mis compañeros tornáronse tan ansiosos,

con esta mi breve arenga, de seguir camino,
que apenas podría con esfuerzo contenerlos;

y, vuelta nuestra popa a la mañana,
de los remos hicimos alas para el loco vuelo,
avanzando siempre por el lado izquierdo.

Todas las estrellas ya del otro polo
veía la noche, y el nuestro tan abajo,
que no asomaba fuera del marino suelo.

Cinco veces encendida y tantas apagadas
pasó la luz por debajo de la Luna,
luego que entrados fuimos en aquel gran paso,

cuando apareció una montaña, bruna
en la distancia, y parecióme tan alta
como no había visto nunca una.

Nos alegramos, aunque enseguida volviose llanto,
porque de la nueva tierra un torbellino nació
que golpeó al leño en su primer lado.

Tres vueltas nos hizo girar con toda el agua;
y en la cuarta se alzó la popa en alto,
como a Otro plugo, y la proa se fue abajo,

y al fin el mar sobre nosotros volvió a cerrarse”.


ULISES

De nada sirve que viva como un rey inútil
junto a este hogar apagado, entre rocas estériles,
el consorte de una anciana, inventando y decidiendo
leyes arbitrarias para un pueblo bárbaro,
que acumula, y duerme, y se alimenta, y no sabe quién soy.
No encuentro descanso al no viajar; quiero beber
la vida hasta las heces. Siempre he gozado
mucho, he sufrido mucho, con quienes
me amaban o en soledad; en la costa y cuando
con veloces corrientes las constelaciones de la lluvia
irritaban el mar oscuro. He llegado a ser famoso;
pues siempre en camino, impulsado por un corazón hambriento,
he visto y conocido mucho: las ciudades de los hombres
y sus costumbres, climas, consejos y gobiernos,
no siendo en ellas ignorado, sino siempre honrado en todas;
y he bebido el placer del combate junto a mis iguales,
allá lejos, en las resonantes llanuras de la lluviosa Troya.
Formo parte de todo lo que he visto;
y, sin embargo, toda experiencia es un arco a través del cual
se vislumbra un mundo ignoto, cuyo horizonte huye
una y otra vez cuando avanzo.
¡Qué fastidio es detenerse, terminar,
oxidarse sin brillo, no resplandecer con el ejercicio!
Como si respirar fuera la vida. Una vida sobre otra
sería del todo insuficiente, y de la única que tengo
me queda poco; pero cada hora me rescata
del silencio eterno, añade algo,
trae algo nuevo; y sería despreciable
guardarme y cuidarme el tiempo de tres soles,
y refrenar este espíritu ya viejo, pero que arde en el deseo
de seguir aprendiendo, como se sigue a una estrella que cae,
más allá del límite más extremo del pensamiento humano.

Este es mi hijo, mi propio Telémaco, 
a quien dejo el cetro y esta isla. 
Lo quiero mucho; tiene el criterio para triunfar 
en esta labor, para civilizar con prudente paciencia 
a un pueblo rudo, y para llevarlos lentamente 
a que se sometan a lo que es útil y bueno. 
Es del todo impecable, dedicado completamente 
a los intereses comunes, y se puede confiar 
en que sea compasivo y cumpla los ritos 
con que se adora a los dioses tutelares 
cuando me haya ido. Él hace lo suyo, yo, lo mío. 
 
He allí el puerto; el barco hincha la vela;
crecen las sombras en los anchos mares. Marineros míos,
almas que os habéis afanado y forjado junto a mí,
que conmigo habéis pensado, que con ánimo de fiesta
habéis recibido el sol y la tormenta y les habéis
opuesto frentes y corazones libres: sois viejos como yo;
con todo, la vejez tiene su honor y sus esfuerzos;
la muerte todo lo acaba, pero algo antes del fin
ha de hacerse todavía, cierto trabajo noble,
no indigno de hombres que pugnaron con dioses.
Ya se divisa entre las rocas un parpadeo de luces;
se apaga el largo día; sube lenta la luna; el hondo mar
gime con mil voces. Venid amigos míos,
aún no es tarde para buscar un mundo más nuevo.
Desatracad, y sentados en buen orden amansad
las estruendosas olas; pues mantengo el propósito
de navegar hasta más allá del ocaso, y de donde
se hunden las estrellas de occidente, hasta que muera.
Puede que nos traguen los abismos; puede
que toquemos al fin las Islas Afortunadas y veamos
al grande Aquiles, a quien conocimos. Aunque
mucho se ha gastado mucho queda aún; y si bien
no tenemos ahora aquella fuerza que en los viejos tiempos
movía tierra y cielo, somos lo que somos:
corazones heroicos de parejo temple, debilitados
por el tiempo y el destino,  mas fuertes en voluntad
para esforzarse, buscar, encontrar y no rendirse.
                        TENNYSON (1809-1892)

Peregrino

¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.

Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a Ulises,
sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.

                   Luis Cernuda

Ítaca
Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencia, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperlas y coral, y ámbar y ébano,
perfúmenes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca.
Rico en saber y vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas.

Constantino Kavafis, 1863-1933, Poesías completas, XXXII


Carta a un desterrado
Mi querido Odiseo:
Ya no es posible más
esposo mío
que el tiempo pase y vuele
y no te cuente yo
de mi vida en Ítaca.
Hace ya muchos años
que te fuiste
tu ausencia nos pesó
a tu hijo
y a mí.
Empezaron a cercarme
pretendientes
eran tantos
tan tenaces sus requiebros
que apiadándose un dios
de mi congoja
me aconsejó tejer
una tela sutil
interminable
que te sirviera a ti
como sudario.
Si llegaba a concluirla
tendría yo sin mora
que elegir un esposo.
Me cautivó la idea
que al levantarse el sol
me ponía a tejer
y destejía por la noche.
Así pasé tres años
pero ahora, Odiseo,
mi corazón suspira por un joven
tan bello como tú cuando eras mozo
tan hábil con el arco
y con la lanza.
Nuestra casa está en ruinas
y necesito un hombre
que la sepa regir
Telémaco es un niño todavía
y tu padre un anciano.
Preferible, Odiseo,
que no vuelvas;
los hombres son más débiles
no soportan la afrenta.
De mi amor hacia ti
no queda ni un rescoldo.
Telémaco está bien,
ni siquiera pregunta por su padre;
es mejor para ti
que te demos por muerto.
Sé por los forasteros
de Calipso
y de Circe.
Aprovecha, Odiseo,
si eliges a Calipso
recuperarás la juventud;
si es Circe la elegida,
serás entre sus chanchos
el supremo.
Espero que esta carta
no te ofenda;
no invoques a los dioses,
será en vano.
Recuerda a Menelao
con Helena;
por esa guerra loca
han perdido la vida
nuestros mejores hombres
y estás tú donde estás. 
No vuelvas, Odiseo, 
te suplico.

Tu discreta Penélope

      Claribel Alegría

No hay comentarios: